Eduardo Osinaga: una nueva etapa y un nuevo proyecto
Después de 16 años de labor en el instituto, Eduardo Osinaga, responsable del
Laboratorio de Glicobiología e Inmunología Tumoral, se retira de su rol debido a que cumplió la edad de retiro asignada en el estatuto institucional para el personal científico. El fin de esa etapa también marca el cierre del laboratorio.
Sin embargo, Osinaga —médico y docente de la Facultad de Medicina de Udelar, doctor en Ciencias Biológicas por la Universidad de Tecnología de Compiegne de Francia, e investigador en áreas como la inmunología, glicobiología, oncología y biotecnología— mantendrá su vínculo con el instituto durante al menos un año con un proyecto en curso.
El experto se integrará al Laboratorio Evolución Experimental de Virus (LEEV) como investigador honorario y trabajará en virus oncolíticos.
La siguiente entrevista repasa la trayectoria en el instituto de Osinaga y las características de la línea de investigación que continúa.
Luego de 16 años de trabajo del laboratorio que lideraste, ¿podrías resumir cómo surgió el grupo y cuál fue el objetivo de trabajo?
El laboratorio se creó en 2007 cuando el instituto hizo un llamado a grupos residentes en el área de cáncer. De este llamado se seleccionaron dos grupos, uno fue el de Alfonso Cayota y el otro fue el nuestro. Así se abrió el Laboratorio de Glicobiología e Inmunología Tumoral en el instituto.
Nuestro laboratorio se enfocó en el estudio de las alteraciones de los azúcares en el cáncer (la glicobiología se relaciona con esto) y a su vez, en los cambios en los azúcares que generan impacto en la respuesta inmunológica contra el cáncer. Esta alteración molecular se especializa en que se puede generar una respuesta antitumoral en algunos tipos de azúcares en las células malignas y también se enfoca en el diagnóstico del cáncer.
Este fue el plan de trabajo que postulamos al inicio, que tuvo distintas líneas: una se enfocó en utilizar anticuerpos con ingeniería genética para detectar tumores y en desarrollar estrategias para su tratamiento. Detectamos enzimas de biomarcadores de cáncer y las utilizamos para trabajar con el cáncer de mama, de pulmón y neuroblastoma. Esta línea de investigación perdura y se aplica hoy en el Hospital Maciel.
Otra línea de investigación fue la detección de moléculas muy específicas de cáncer en parásitos. Surgió la hipótesis de que podíamos tener la oportunidad de inducir respuestas antitumorales utilizando estos parásitos. Este fue uno de los temas más importantes en los que trabajamos en este laboratorio.
Nuestro laboratorio se conformó por 6 personas en el instituto, pero tuvimos proyectos que nos vincularon con los ámbitos asistenciales, con hospitales y con algunas instituciones privadas. Esta forma de trabajo llevó a que se incorporaran numerosos recursos humanos, más allá de los que integraban el equipo de investigación en el Pasteur.
Muchos médicos hicieron sus trabajos de tesis de maestría o doctorado en los temas de investigación que propusimos: cirujanos, oncólogos, entre otross. Algo que considero muy importante es que se haya dado la oportunidad de proyección para personas que trabajaban a nivel asistencial.
Te doctoraste en inmunología en la Universidad de Tecnología de Compeigne de Francia, trabajaste en centros de investigación de Europa y hace varias décadas sos profesor de la Facultad de Medicina de la Udelar. ¿Qué significó para tu trayectoria académica haber trabajado en el instituto?
Trabajar en el instituto fue una oportunidad muy grande. Soy docente en la Facultad de Medicina desde hace 44 años. Hice toda la carrera en la Facultad de Medicina, dentro del Departamento de Bioquímica, durante 27 años.
En la facultad generamos el Departamento de Inmunobiología que nació con las limitaciones naturales propias de algo nuevo y de una facultad con problemas presupuestales. En los primeros años vislumbramos que en la parte de investigación de ese departamento tuviese lugar la colaboración con el IP Montevideo. Así fue que tres laboratorios —el de Otto Prisch, el de Marcelo Gil y el mío— se instalaron a hacer actividad inmunológica en el instituto porque teníamos condiciones que nos permitían desarrollar nuestras expectativas de investigación.
Eran tiempos en que nuestro Departamento no tenía aún la fortaleza a nivel de equipamiento para llevar adelante las líneas de investigación que queríamos. Fue una gran oportunidad tanto para la facultad como para el instituto.
¿Qué hitos destacas de tu trabajo en el instituto?
La producción científica ha sido muy buena. La cantidad de tesis que se desarrollaron es muy importante, vinieron estudiantes desde la Facultad de Ciencias, así como médicos y estudiantes de medicina avanzados que se incorporaron a hacer tesis.
La formación de recursos humanos fue una de las grandes riquezas que incorporamos en este proceso y también pudimos generar redes de colaboración. En el desarrollo de estos proyectos colaboramos con gran parte del instituto, aportamos preguntas y modelos que permitieron colaborar con personas que trabajan en microorganismos, en la relación cáncer-parásito, con Tripanosoma cruzi (el Lab. de Carlos Robello), en el estudio de la microbiota y ahora, en los últimos años, con virus oncolítico, en colaboración con el equipo de Gonzalo Moratorio y Pilar Moreno.
Generamos muchos cursos de perfeccionamiento. De ellos destacamos los cursos POMIC (Progresos en Oncología Molecular y su Impacto Clínico), que convocaron a profesionales uruguayos y extranjeros, y a estudiantes de la región, que generaron una identidad de nuestro ámbito de trabajo en el Institut Pasteur de Montevideo. Los cursos nos dieron la posibilidad de transmitir, multiplicar conocimientos e interaccionar con todas estas personas.
Este año te encuentra con un nuevo proyecto en curso junto al Laboratorio de Evolución Experimental de Virus (LEEV). ¿En qué temas trabajan? ¿Cómo es la relación con ese grupo de investigadores?
Gonzalo Moratorio nos comentó que le interesaba trabajar sobre un virus oncolítico que podría funcionar contra el cáncer de páncreas. Le comenté que en nuestro laboratorio trabajábamos en el desarrollo de modelos PDX de cáncer de páncreas (tumores humanos que crecen en animales), con el objetivo de evaluar distintas estrategias de tratamiento o de diagnóstico de cáncer. Esta idea de colaboración entre ambos laboratorios se pausó durante la pandemia, pero luego retomamos el proyecto y obtuvimos apoyo financiero de la ANII.
Lo que hicimos fue vincular modelos animales y anticuerpos que generamos con ingeniería genética, que nos permitieron direccionar nanopartículas hacia tumores y esto podría ayudar a direccionar también virus. Utilizamos los distintos virus que el equipo del LEEV había generado en más cantidad para evaluarlos en terapia.
De esta manera, generamos un vínculo complementario entre laboratorios en el que trabajamos desde hace más de un año. Los resultados son muy prometedores, queda mucho por hacer, pero la dinámica del proyecto muestra que estamos ante un terreno alentador para generar estrategias de actividad antitumoral.
Sin dudas hay una complementación de las herramientas que cada uno de los laboratorios desarrolló y de los modelos celulares y animales en los que podemos estudiar los distintos tipos de tumores.
¿Qué reflexión hacés sobre el cierre del laboratorio y comienzo de una nueva etapa profesional y personal?
Opino que es natural y saludable que haya edades de retiro. En este caso, nos encontramos con un proyecto en curso y lo acompañaremos hasta el año que viene (2025); luego será el retiro de mi actividad en el instituto.