Alejandro Buschiazzo: investigación más tecnología y los inicios de un Hub
Alejandro Buschiazzo, responsable del Laboratorio de Microbiología Molecular y Estructural (LMME) y de la Unidad de Cristalografía de Proteínas (PXF por sus siglas en inglés), llegó al Institut Pasteur de Montevideo desde IP París antes de que el edificio terminara de construirse.
En esta entrevista, habla sobre la importancia de formar investigadoras e investigadores independientes, de la consolidación de las líneas de investigación de su laboratorio y cómo ve en el futuro un Hub de Bioimagenología Integrativa, impulsado en conjunto con la Unidad de Bioimagenología Avanzada (UBA) del instituto.
¿Cómo fue tu llegada al instituto?
Hice mi doctorado en Buenos Aires y de ahí me fui al Institut Pasteur de París a hacer un posdoc, en 1999. El plan inicial era volverme en 2001 a Argentina, pero la crisis económica que se desató ese año me llevó a buscar trabajo en el exterior. Una posibilidad era Brasil, pero terminé ganando un concurso para un cargo de investigador permanente en el Institut Pasteur de París.
Quien era mi jefe allí, Pedro Alzari, estuvo muy involucrado en la gestación del Institut Pasteur de Montevideo. En un momento me ofrecieron venir para acá a montar un área de biología estructural, que era lo que yo hacía en París. Vine antes de que se inaugurara oficialmente el instituto, cuando todavía ni siquiera el edificio estaba terminado, y desde entonces trabajo acá.
Nunca perdí el nexo humano e institucional con París y aún conservo el cargo allí, mi caso fue como un pase en comisión, un envío a uno de los institutos de la Pasteur Network. Desde París se notaba que este instituto era súper pujante y que las cosas que se fueron planteando se iban haciendo y concretando, entonces les pareció bien que yo continúe. Oficialmente, tengo dos sitios de pertenencia.
¿Qué significó para tu carrera ingresar al Institut Pasteur de Montevideo?
Fue el hito más importante de mi carrera, porque desde ahí pude ser independiente, arrancar un grupo de a poquito y además tuve el desafío de montar una de las plataformas tecnológicas, la Unidad de Cristalografía de Proteínas. Fue una mezcla de mucho entusiasmo y efervescencia.
¿Cómo manejás la dualidad de estar a cargo de un laboratorio de investigación y de una unidad de servicios?
Fue un desafío desde el principio. La filosofía es que las plataformas tecnológicas son útiles siempre y cuando haya investigación científica básica y aplicada que las motorice. La tecnología per se no es una buena opción, porque uno puede hacer cosas buenas o malas con los mismos equipos o infraestructuras. Entonces desde ese lugar siempre hubo interés en Pasteur Montevideo por hacer investigación. Al mismo tiempo, una plataforma tiene que estar abierta a los usuarios en general, sin duda para investigadores que trabajan en el instituto, pero también de Uruguay y la región.
La fórmula que nos resultó fue que al inicio pusimos muchísimo esfuerzo en la plataforma para que funcione. Hubo que elegir el equipamiento, comprarlo, recibirlo, instalarlo, y eso al principio llevó una dedicación full time. La metodología que pusimos a andar en la unidad no estaba presente en Uruguay antes y casi tampoco en la región; solo había un par de grupos en Brasil que hacían cristalografía de proteínas.
En 2007 fue el verdadero arranque de la plataforma, y nos llevó uno o dos años para que eso cobrara una cierta estabilidad y tuviéramos usuarios. Ahí decidí por una cuestión vocacional ir de a poco arrancando un laboratorio de investigación.
¿Cuáles considerás que son los principales hitos del laboratorio y la unidad?
Para mí hay un ‘número mágico’, que son los diez años que requiere montar un laboratorio y establecerlo con líneas de investigación durables. Recién después de esa década uno puede decir ‘bueno, hay cosas que ya van a quedar y que las pueden continuar otros’.
En ese sentido mi aprendizaje es que, para instalar un laboratorio duradero, que no dependa de quien está como jefe en el momento, hay que establecer líneas de investigación que se ataquen en equipo. Ninguna de nuestras tareas es individual, el tema pasa a formar parte de una suerte de escuela, en la que todos somos estudiantes o hijos y nietos científicos de personas, y uno se vuelve también padre y abuelo de otros de las nuevas generaciones.
Nuestros hitos fundamentales tienen que ver con la consolidación de nuestras dos líneas principales de investigación. La primera es cómo hacen las bacterias para sentir, para sensar su entorno y responder de forma adaptativa. Cuando son patógenas, esa maquinaria es la que les permite establecer una infección. Investigamos para entender el mecanismo de patogenicidad de la bacteria y además aparecen blancos potenciales para prevenir o atacar esas enfermedades, ya sea con fármacos o con vacunación.
El otro tema es cómo se mueven las bacterias. Como modelo elegimos a las leptospiras, que causan leptospirosis, y las estudiamos para entender cómo hacen para invadir a los organismos.
En este tiempo logramos que ambos temas se consoliden. En ese sentido, otro de los hitos más importantes fue la gente, haber formado una primera tanda de tesistas doctorales, maestrandos y doctores, que a su vez pasaran a tener autonomía.
Considero un logro que miembros del equipo pudieran independizarse y volverse autónomos, generando ahora ellos nuevas aventuras y líneas de investigación. Como Leticia Zarantonelli (ahora responsable de la Unidad Mixta Pasteur INIA, que pasó por el Laboratorio de Microbiología Molecular y Estructural), Felipe Trajtenberg (quien fundó y ahora lidera la start-up LoCBio) y Nicole Larrieux (que maneja la Unidad de Cristalografía de Proteínas, asegurando el funcionamiento operativo de la plataforma).
En Uruguay es difícil tener acceso a ciertas tecnologías o renovar las usadas. ¿Cómo mantienen el ritmo?
No es fácil volver a nuestros países. La vuelta al Sur tiene un precio porque acá la ciencia se apoya menos desde los sectores públicos y privados. Ha sido una cuestión de mucho apoyo por parte del Institut Pasteur de Montevideo, que vislumbró desde el principio que las plataformas tecnológicas cumplían la función de ser accesibles a investigadores de Uruguay y la región.
Para ser competitivos, uno de los problemas de la tecnología es la obsolescencia, o sea, que se vuelve vieja. Después de un primer período muy positivo, luego de la primera década del instituto, como todos los colegas nos enfrentamos a la dificultad de conseguir fondos para renovar la tecnología. Cristalografía de proteínas en particular es un área que está sufriendo un cambio importante y de hecho en estos 18 años no renovamos ninguno de los equipos que se usan.
Pero ahora estamos dando una batalla por evolucionar y una cosa que vislumbramos en conjunto con Leonel Malacrida (responsable de la UBA) es que una vía natural para que nuestras unidades evolucionen es pasar a hacer criomicroscopía electrónica, que es una técnica de microscopía muy emparentada a la que nosotros usamos de difracción de rayos X. Pero en lugar de rayos X, esta técnica usa luz de electrones para obtener imágenes de moléculas. Esto permite resolver estructuras de proteínas con detalle molecular, en el contexto de la célula.
¿Sería como una colaboración entre sus unidades?
Es un paso superior a la colaboración: lo que se acordó fue crear un área en común. Las dos unidades van a permanecer, porque cada una tiene su identidad y áreas específicas que no se solapan. Pero en base a nuestras áreas de solapamiento, se armó el Hub de Bioimagenología Integrativa.
Este Hub integra las escalas de la ‘célula para arriba’ y de ‘célula para abajo’. Para poder ver ambas escalas a la vez, se está pudiendo combinar la criomicroscopía electrónica con la microscopía óptica de súper resolución; así se pueden ver las moléculas biológicas in situ en el contexto celular.
Ya hemos conseguido concretar los primeros pasos importantes para consolidar el Hub. Gracias al apoyo del instituto, se pudo comprar un sistema de computación de alto rendimiento. Son servidores imprescindibles para guardar las imágenes de alta resolución tomadas por los microscopios (que representan volúmenes muy importantes de datos) y también para procesar dichas imágenes (lo cual necesita de gran poder de cómputo y utiliza potentes unidades centrales de procesamiento).
Ahora estamos en el período de puesta a punto de ese equipamiento de cómputo, que se instaló hace menos de dos meses. Además de bioimagenología, estos servidores serán importantes para hacer ingeniería de proteínas (valiosa en el descubrimiento de nuevos fármacos y en la concepción de vacunas), así como estudios de evolución y filogenia moleculares.
En esta misma línea, ¿cómo ves los próximos años del laboratorio y de la unidad?
Hay un recambio natural, casos de investigadores que ya se volvieron independientes, lo que es muy importante. Al mismo tiempo hay nuevos que se incorporaron después, como Joaquín Dalla Rizza en PXF, y Sonia Mondino, que desde 2023 es investigadora adjunta senior en LMME. Ellos son los nuevos técnicos e investigadores en proceso de entrenarse para ser independientes, y con ellos se sumarán estudiantes de posgrado y postdocs.
Además, lo que vislumbro es que vamos a seguir trabajando en nuestras dos líneas de investigación en el laboratorio, con gente nueva. Y por otro lado empujando el gran desafío desde el punto de vista tecnológico de que la unidad evolucione dentro del Hub de Bioimagenología Integrativa, desarrollando la criomicroscopía electrónica en conjunto con la UBA. Ese es un desafío en curso, sobre el cual pondremos mucha energía.