Juan Pablo Tosar: círculos virtuosos y el valor del ARN

 

Juan Pablo Tosar es responsable del Laboratorio de Genómica Funcional desde 2024, cuando Alfonso Cayota se retiró del cargo. Además, es fundador de la startup B4-RNA, impulsada por LAB+ Company Builder, que desarrolla un método para el diagnóstico temprano del cáncer a través del ARN.

En esta entrevista, Tosar habla sobre la transición del laboratorio, lo que piensa que su generación puede construir y el vínculo virtuoso que debe existir entre la academia y la industria.

¿Cómo viviste la transición de ponerte a la cabeza del Laboratorio de Genómica Funcional?

Fue una transición que se dio de forma armoniosa, no hubo una revolución. Alfonso Cayota no se fue: él sigue estando, es parte del laboratorio, sigue viniendo algunos días por semana, teniendo proyectos y roles relevantes en los mismos, aunque por supuesto hubo un cambio de responsabilidades.

Creo que todos en el laboratorio lo vivimos como parte de un proceso de maduración que se fue dando, y con mucho apoyo también del instituto y de la Dirección.

Prefiero no ver al laboratorio como una estructura piramidal que me tiene ahora a mí en el ápice. Aunque hay cosas que está bien que tengan su jerarquía y su orden, me veo más en este nuevo rol como un director técnico o un director de orquesta, cuyo trabajo pasa a ser velar por que el equipo funcione de la mejor manera, y por que todos juguemos de la forma más alineada posible.

¿Qué aspectos del laboratorio tienen continuidad y qué cosas nuevas traés al equipo?

Como yo ya era parte del laboratorio previamente y venía trabajando con bastante autonomía creativa —fruto de que Alfonso me había dado ese espacio para dirigir estudiantes y algunas líneas de investigación— no hubo una ruptura o un quiebre respecto de lo que se venía haciendo antes en el plano científico.

En el plano organizacional, sí hubo un cambio de responsabilidades. Pero la línea científica del laboratorio, que es todo menos estática, en realidad se proyecta desde antes y continúa hacia el futuro. Ahora, en ese rol de director técnico de un cuadro, por decirlo de alguna forma, desde luego que voy a influir más en la evolución de esa línea científica hacia adelante.

Las cosas nuevas que traigo al laboratorio son las mismas que ya venía trayendo antes. Como el laboratorio nunca tuvo una forma muy jerárquica de manejarse en lo científico, científicamente no juego un rol muy distinto al que jugaba antes, en cuanto a proponer temas y desarrollarlos. Sí tengo mis intereses particulares, que intento contagiar al resto del equipo, con mi visión de hacia dónde me gustaría que vayamos. Y en la medida en que logre contagiar esa motivación a quienes hacen el trabajo, que son los estudiantes, posdocs e investigadores adjuntos, el laboratorio va a ir en esa dirección.

Lo que quisiera es que, conservando un trabajo serio y riguroso en el plano del detalle molecular, podamos conectar ese trabajo con preguntas más desafiantes pero abarcativas a nivel de la fisiología del organismo como un todo, del impacto en salud de los aspectos moleculares del ARN que venimos estudiando y de sus posibles aplicaciones biotecnológicas. Es un proceso que viene de antes y se proyecta hacia el futuro.

Pertenecés a un grupo de investigadores que están renovando las generaciones de PIs. En ese sentido, ¿cuál es la importancia de dar oportunidades a los más jóvenes? ¿Y cómo es la transición de la nueva camada que está llegando?

Es importante para mí empezar a verme a mí mismo como alguien ya no tan joven. Uno se abraza a la juventud, pero es cierto: ya pertenezco a una generación que no es la más antigua en el instituto, pero ciertamente tampoco es de las jóvenes.

Ese cambio generacional tiene que venir de la mano de un cambio de roles. Uno tiene que dejar de hacer ciertas cosas que hacía con gusto, para hacer otras, y dar espacio a las nuevas generaciones de hacer aquello que a uno le gustaba, pero que ya ha cambiado el rol y el momento.

Hace ya varios años entendí que debía “colgar la pipeta”, como se dice. Dejar el espacio de mesada, aceptar que ya no voy a ser quien haga los experimentos. Y las siguientes etapas implican también ir cediendo otros roles vinculados a pensar los experimentos, desarrollarlos, interpretar los datos y escribir artículos. Son cosas que me fascinan. Pero también es importante ir corriéndose, tomar otras responsabilidades o hacer lo mismo desde otros lugares y dar espacio a toda una generación de jóvenes muy talentosos, con los cuales tengo el gusto de trabajar.

Son personas buenas y entusiastas, que están haciendo procesos formativos de los cuales me siento orgulloso. Y que de alguna forma piden pista, piden más espacio. Así como yo lo tuve, también quiero ser consecuente con dar más espacio y oxígeno creativo. Por supuesto estando presente en todo el proceso, pero entendiendo que cada vez me toca más jugar desde afuera de la cancha, y encontrar el encanto también en eso.

En cuanto al rol de mi generación en el instituto, no somos la generación fundacional. El instituto fue fundado por investigadores e investigadoras de otra generación, con los cuales hay que estar muy agradecidos, porque crear algo nuevo implica muchísimo sacrificio y trabajo silencioso. Hoy nosotros podemos habitar ese espacio que otros han construido. Y creo que lo que tenemos que hacer no es solo habitarlo, sino dotarlo de contenido y tratar de conectarlo más. Eso implica tener un instituto más conectado tanto con las demás instituciones académicas del país y del mundo, como con la sociedad. Creo que nos toca ese rol para que el instituto crezca.

Esto no es solo desde la comunicación y la divulgación del trabajo que se hace, sino también estando atentos a las demandas y preguntas que vienen de la sociedad para ver de qué forma integramos eso en lo que hacemos.

La parte de comunicar no es solo para que los demás se enteren del trabajo que se hace aquí, sino también para ir generando cultura en conjunto. De alguna forma, una institución académica es también una institución cultural y hace a la cultura del país.

¿Cuándo y cómo comenzaste a estudiar el ARN? ¿Qué es lo que te parece tan interesante y valioso de la molécula?

Hubo un teórico en el curso de Biología Molecular cuando era estudiante en Facultad de Ciencias, que dio Alfonso (Cayota) como profesor invitado, que me voló la cabeza. Habló de ARNs pequeños y de la regulación de la expresión génica por esos ARNs. Me acuerdo que me sacudió.

Luego hice la tesis de grado en otro tema, pero cuando me tocó el momento de encarar una tesis de maestría, le escribí a Alfonso para ver la posibilidad de ingresar al laboratorio. Ya una vez que ingresé al Laboratorio de Genómica Funcional aquí en el Pasteur me metí de lleno en el mundo del ARN y la regulación de la expresión génica mediada por ARN. Con el tiempo no hice más que convencerme y maravillarme del poder y el potencial que tiene el ARN.

No es que haya una molécula más interesante que otra, pero el ARN tiene eso de que está en la base de todos los seres vivos, está metido en todos los procesos biológicos. Entonces, cuanto más estudiamos el ARN, más entendemos la biología. Tener al ARN en el laboratorio como leitmotiv de lo que estudiamos es una excusa muy buena para tocar muchos procesos que son centrales a los seres vivos.

Creo que el desafío es ir en esa dirección: no quedarnos solo en el detalle molecular del ARN, sino ver cómo a partir de insistir en esa investigación podemos ir hacia las preguntas centrales de cómo funcionamos por dentro. Es un campo de estudio fértil para ir a procesos muy centrales de la biología, y desde ahí entender la enfermedad. Tratar de ir pasito a pasito, con humildad, para adentrarnos en terrenos inexplorados.

 

¿Cómo se combina el trabajo del laboratorio con el de B4-RNA?
La decisión de crear una suerte de spin-off del laboratorio, materializada en una startup, fue facilitada por el momento que se estaba dando en el instituto, con la creación de LAB+.

Pero tampoco fue una decisión trivial. Durante mucho tiempo, yo mismo tenía estructurada mi cabeza pensando que las aplicaciones de la ciencia no eran para mí. Quería quedarme en el plano de la generación de conocimiento, publicarlo y que otras personas lo aplicaran.

Con el tiempo fui descubriendo, a veces a los golpes, que eso no siempre funciona así. Muchas veces el conocimiento puesto en el dominio público no es suficiente para que algo pase con él, no siempre viene esa tercera persona de afuera a tomarlo y aplicarlo.

El laboratorio está en una institución académica como es el Pasteur. Además, soy docente DT (dedicación total) de la Universidad de la República, o sea que tengo esa vocación universitaria y académica muy clara. Pero hay un espacio entre eso y quienes aplican el conocimiento, y me di cuenta de que lo teníamos que llenar nosotros.

Entonces, B4-RNA no es más que la cara aplicada de uno de los ejes de investigación del laboratorio: la parte diagnóstica del ARN. La startup nace desde el laboratorio y hoy está muy conectada con el mismo.

Ahora bien, este momento en el que está la startup no es más que eso, un momento. También en esto hay que tener cuidado con la zona de confort. Es muy confortable tener un laboratorio de investigación y una startup cuyo metier principal es hacer investigación para tratar de llevarla a lo aplicado. Pero si eso funciona bien, también hay que tener el coraje de decir “esta startup tiene lo necesario para funcionar. Ahora debe tener vida propia, desligarse del laboratorio e ir hacia el mercado, hacia la aplicación”.

En ese sentido, la incorporación de Carlos Palma como CEO me ha permitido desligarme de la responsabilidad de tomar decisiones en virtud de un laboratorio académico y una startup, que hoy están muy alineadas, pero que el día de mañana no necesariamente lo estarán, porque tienen que ir hacia lugares diferentes.

De todas formas, en la medida en que nos mantengamos conectados, las cosas no compiten entre sí, sino que se potencian. Si a B4 le va bien como empresa no debería ser en detrimento de nuestro laboratorio académico, ni del instituto ni de la Universidad de la República. Debería ser en beneficio de todos.

Te pongo un ejemplo muy concreto. Hace tiempo que en el mundo académico repetimos que el problema de Uruguay es que “exportamos doctores”. No logramos retener al talento que formamos. Pues por medio de la startup no solo estamos intentando revertir en parte esta tendencia, sino que hace poco logramos traer al país a un investigador que se había formado en un muy buen centro de inteligencia artificial del exterior, y ya tenía ofertas de trabajo en el hemisferio norte. Hoy podemos decir que “se lo ganamos a Google”, je. Y está ahora en Uruguay, haciendo ciencia. Espero que contento.

Tenemos que tratar de romper los círculos viciosos y las falsas dicotomías, y construir círculos virtuosos. Hoy hablábamos de cuál es la responsabilidad que uno sentía al pertenecer a una generación lo suficientemente joven como para construir, pero no vamos a hacer lo que ya está hecho. Lo que tenemos que construir ahora son esos círculos virtuosos entre las instituciones académicas, empresas biotecnológicas, empresas más grandes, ONG y, por supuesto, el Estado. Círculos virtuosos donde las cosas puedan funcionar sin que ninguna de las partes se desnaturalice.

Un laboratorio académico no debería hacer investigación de corte empresarial ni para una empresa, de la misma forma que una empresa no debería hacer investigación solo por aumentar el acervo del conocimiento humano. Ambas cosas son buenas e importantes, pero cada institución y cada lugar tiene su misión.

Y como responsable del Laboratorio de Genómica Funcional del Institut Pasteur de Montevideo tengo claro que mi misión es contribuir a la formación de recursos humanos altamente calificados, formando a las futuras generaciones de científicos de la sociedad y generar también conocimiento útil para la humanidad. Y desde la startup puedo quedarme tranquilo de que parte de ese conocimiento que estamos generando va en camino hacia una aplicación potencial.

Estoy contento y entusiasmado, y tenemos un equipo que nos permite soñar en grande.

Juan Pablo Tosar
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