Leonel Malacrida: vincular Uruguay con el mundo

 

Leonel Malacrida, responsable de la Unidad de Bioimagenología Avanzada (UBA), se fue en 2015 a la Universidad de California en Irvine para hacer un postdoctorado en el Laboratorio de Dinámica de Fluorescencia del entonces Centro Nacional para el Desarrollo de Tecnología en bioimagenología y espectroscopía. Allí comenzó a interesarse cada vez más en el uso y desarrollo de nuevas herramientas que permitan innovar en investigaciones.

Volvió a Uruguay y a su cargo en la Universidad de la República (Udelar) en 2019, año en el que también ingresó al instituto con la propuesta de crear la unidad. La UBA se fundó en 2020 como unidad mixta entre el instituto y la Udelar, que reúne profesionales de diferentes ramas con el objetivo de generar herramientas en microscopía, consolidar equipos y hacer capacitación. Desde entonces ganó siete proyectos de la Fundación Chan Zuckerberg y creó una red regional de bioimaging.

En esta entrevista Malacrida habla sobre el desafío de crear una unidad de perfil multidisciplinario, la importancia de la conexión con el mundo y los desafíos de mostrar el valor de lo que se hace en Uruguay.

¿Cómo fue tu llegada al instituto y los inicios de la UBA?

El instituto estaba pensando en cómo desarrollar un poco más una unidad de microscopía y antes de volver a Uruguay me ofrecieron desarrollar un espacio mixto entre la universidad y el instituto. Tuve la libertad de pensar qué cosas proponer.

Ampliamos un poco la idea original de la unidad de microscopía para no solo dar servicios, sino que también hacer programas intensivos de entrenamiento y diseminación de las tecnologías que desarrollamos, porque la gente necesita saber para qué sirven los instrumentos con el fin de aprovecharlos.

También era importante el generar los espacios y contexto para el desarrollo de nuevos instrumentos, y establecer un área de investigación y desarrollo, en la cual se aprovecha la tecnología que desarrollamos para responder preguntas biológicas propias o ajenas. En la UBA nos sumamos a estos proyectos ayudando a otros a tomar beneficio de la tecnología que desarrollamos.

¿Qué significó para tu trayectoria volver a Uruguay y entrar al instituto?

Fue de enorme alegría porque siempre pensé que lo que había aprendido en el Laboratorio de Dinámica de Fluorescencia de California podría ser muy valioso para Uruguay y la región. Después de cuatro años del retorno puedo decir que es una de las cosas que me ha dado más satisfacción.

¿Cuáles son los hitos principales de la UBA desde su fundación hasta ahora?

Ha sido poder dar sustento a cuatro pilares fundamentales. El primero es tener un servicio extremadamente capaz y potente para enseñar cómo sacar mayor provecho de toda la tecnología que tiene la unidad, así como que los servicios sean eficientes y acogidos a las buenas prácticas internacionales, para transformar las capacidades de otros.

El segundo pilar es hacer que el entrenamiento sea un métier fundamental de la unidad. El entrenamiento en las herramientas avanzadas que usamos es clave, porque si no los usuarios no pueden pensar problemas o hipótesis con este tipo de tecnologías. En ese sentido, todos los años hacemos workshops y otras actividades específicas de entrenamiento.

El tercero es que hayamos podido convencernos de que desarrollar tecnología no solo tiene un valor inmediato, que es el económico. En realidad, el valor más importante es aprender, porque si uno aprende cómo se hace un equipo puede aprender cómo romperlo y cómo hacer tecnología nueva, y la tecnología nueva tiene la innovación por delante.

Eso ha sido posible gracias a un ecosistema muy importante que tiene el instituto, donde contamos con un enorme apoyo de taller, con Luis Inchausti que ha sido un pilar fundamental. También ha sido muy importante la comprensión del instituto y de la universidad de la necesidad de otras skills dentro de la UBA, como físicos, ingenieros eléctricos o ingenieros biológicos. Son perfiles que no son los comunes dentro de un instituto de investigación biológica y fue un esfuerzo importante que hizo la institución para generar esos espacios.

El cuarto pilar es que tengamos siempre las preguntas biológicas e hipótesis desafiantes como combustible para pensar nueva tecnología, métodos y preguntas que no podamos contestar sin estos nuevos métodos. Esa retroalimentación entre una pregunta extremadamente desafiante y al mismo tiempo la incapacidad de contestar esa pregunta con una tecnología que existe nos da la energía para pensar en un método, un microscopio o un software nuevo.

Todo eso no se puede hacer sin un equipo de formaciones diversas, entusiasta y comprometido con el trabajo.

La UBA tiene una mirada internacional potente y se vinculan mucho con el resto del mundo. ¿Qué tan posible es estar relacionado a nivel global desde Uruguay y cómo se maneja?

Es posible. Nosotros tuvimos mucha suerte. En 2020 accedí al llamado de Imaging Scientists de Chan Zuckenberg, lo que fue un plus enorme porque nos conectó con una filántropa internacional de muchísimo prestigio y con un grupo de colegas internacionales. Esto nos permite pensar en cosas comunes y todo el tiempo estar conectados con el exterior, sin dejar de lado en ningún momento lo local y lo regional.

También la UBA ha tenido un rol protagónico en la estabilización de redes locales, regionales e internacionales. Tanto yo como Andrés Kamaid, miembro de la UBA, formamos parte de la fundación de Latin America Bioimaging, cuya sede de ejecución económica y gestión está en el instituto.

Además, en el tiempo que estuve en el exterior logré generar un grupo de contactos, colaboradores y colegas con los cuales trato de hacer cosas todo el tiempo. Por ejemplo, que un estudiante vaya a su laboratorio, aprender una herramienta que no tenemos o que nosotros vayamos a enseñar algo que desarrollamos. Es un trabajo de granito de arena, pero que a la larga nos ayuda a estar siempre en una comunidad y con una mirada internacional.

El instituto nos ayuda muchísimo con eso y con un enorme apoyo para la aplicación a grants internacionales. Además, está la gestión de los siete proyectos que tenemos con Zuckerberg, que demandan un esfuerzo enorme del aparato de gestión y de servicios del instituto. Eso va desde ejecutar viajes, pasajes y pasantías, a compras de insumos del exterior o coordinar con consorcios que incluyen una docena de países.

El apoyo de la Dirección también es muy importante porque uno se siente respaldado para aspirar a hacer más cosas, a proponer metas más desafiantes y ambiciosas, siempre con los pies en la tierra y una mirada en las necesidades locales internas, nacionales y regionales. También es importante el apoyo de la comunicación, porque uno puede hacer un montón de cosas, pero si no hay un trabajo de outreach no se sabría lo que hacemos y el ámbito internacional quizá no recibiría ese mensaje.

¿Cuáles son los desafíos y estrategias a la hora de buscar financiación internacional para ciencia que se hace en Uruguay? 

El desafío más grande es demostrar que el apoyo al desarrollo de la ciencia en Uruguay también apoya el desarrollo de la ciencia global. Entonces aún si tenemos problemas que son uruguayos, pero las soluciones, los métodos o los instrumentos utilizados tienen un alcance global, las agencias internacionales están interesadas.

Ese es el mecanismo: que nuestros problemas y nuestras preguntas sean nuestras, pero que nunca renuncien a tener una capacidad de llegada internacional.

¿Cómo surgió y qué potencial tiene Latin America Bioimaging?

Surgió en 2020 como una colaboración entre México y Uruguay a través de un proyecto financiado por la Agencia Uruguaya de Cooperación Internacional y la Agencia Mexicana de Cooperación Internacional para el Desarrollo. En ese proyecto nos pusimos el objetivo de armar el Latin America Bioimaging. Destinamos dinero para hacer un primer encuentro y ahí comenzó todo.

El impacto que hoy tiene el Latin American Bioimaging es inmenso porque consiguió financiación para autosustentarse y contratar personal (Andres ¨Oliver¨ Olivera). A su vez nos permite desarrollar tareas específicas, como apoyar pasantías y visitas a congresos o entrenamientos.

También nos dio una identificación como latinoamericanos a nivel global. En la comunidad internacional ya nos ven como parte del LABI. Eso tiene un impacto muy grande, porque cuando hablás con una financiadora, estás dialogando y pensando en un futuro que va a impactar a mucho más que solo a tu grupo, tu instituto o a tu país.

¿Qué importancia le ves a comunicar la ciencia que hacen en la UBA y cómo los ayuda?

Hacemos mucho esfuerzo para comunicar lo que hacemos desde la UBA, quizás a veces con dificultades, pero lo que importa es que lo hacemos. Participamos en las actividades de divulgación que propone el instituto, hacemos actividades específicas que nos ayudan a que se entienda qué hacemos y para qué sirve, y tratamos de ser activos en redes sociales.

Eso nos parece importante porque es la manera de comunicar en qué trabajamos, de contar las oportunidades que existen y rendir de manera pública qué hacemos con la financiación que nos dan, más allá de llenar informes.

De muchas partes recibimos el agradecimiento y la sorpresa de colegas al descubrir algo que no conocían. Eso nos da la oportunidad de generar nuevas interacciones, colaboraciones o espacios. Cuando uno comunica es una semilla que uno tira al aire y no sabe hasta dónde llega.

Leonel Malacrida
Peru-De-Salud.com