Ricardo Ehrlich: El inspirador recorrido de un sueño

 

En el 17° aniversario de la fundación del Institut Pasteur de Montevideo, Ricardo Ehrlich —biólogo y bioquímico, fundador del instituto y ex presidente de su Consejo de Administración, decano de la Facultad de Ciencias, intendente de Montevideo y ministro de Educación y Cultura— repasó los orígenes de la institución, desde que era solo un sueño hasta la actualidad.

El instituto es “una prodigiosa confluencia de instituciones y de personas” entre Uruguay y Francia, afirma Ehrlich, que comparte en esta nota su mirada detrás de los hechos y la historia.

La historia y sus hitos

Para explicar la creación del Institut Pasteur de Montevideo, Ehrlich comenzó la historia en 1984, con la fundación de la Asociación Franco-Uruguaya para el Progreso de la Ciencia y la Tecnología. “Se creó gracias a muchos científicos que tenían algún vínculo entre sí —uruguayos radicados en el exterior transitoriamente por distintas razones, muchos exiliados—, cuando en Uruguay empezaba a verse que podía llegar un amanecer democrático”, explicó.  Tras la creación de la asociación, en Uruguay “se fue formando un núcleo de científicos en el que surgió una idea, que después derivó en el proyecto PEDECIBA, que en 1987 empezó sus actividades”, repasó.

“Esa asociación durante muchos años donó colecciones científicas de bibliotecas y equipos científicos que en otros lados estaban en desuso. Y más adelante se establecieron vínculos que permitieron proyectos franco-uruguayos, becas para científicos. Pero en ese momento todo era un sueño, no había nada. Había un vínculo incipiente con Uruguay y con la pequeña comunidad científica, que mantenía algo encendido en el país”, indicó Ehrlich.

“En un momento, Guillermo Dighiero, que era director de un servicio en el Institut Pasteur de París, dijo bueno, ¿por qué no (crear) un Institut Pasteur en Uruguay?», recordó Ehrlich. “Quedó en el aire algún día. Después siguió todo el proceso del desarrollo de la comunidad científica uruguaya”, señaló.

Después del PEDECIBA —que Ehrlich destacó como un “hito fundamental” y que gestó “el entusiasmo necesario para generar una Facultad de Ciencias”—, la Universidad de la República creó la Comisión Sectorial de Investigación Científica (CSIC) y luego surgió el Consejo Nacional de Innovación, Ciencia y Tecnología (CONICYT).

“A partir de ahí se fue creando en Uruguay una plataforma científica mínima con capacidad de empezar a formar maestrías y doctorados, a tener producción científica razonable y pensar en ayudar a resolver problemas del país. En ese contexto se volvió a hablar desde París de la posibilidad de hacer un Institut Pasteur en Uruguay”, señaló Ehrlich.

A través del impulso de Dighiero se formó un grupo de trabajo. «Del lado del Pasteur estaba Dighiero, y acá estaban el decano de Facultad de Medicina, Eduardo Touya; el decano de Facultad de Ciencias, Mario Wschebor; el director del Instituto Clemente Estable, Luis Barbeito; y el director del Instituto de Biología de la Facultad de Ciencias, que era yo”, precisó.

Además, se estableció un vínculo con el Poder Ejecutivo, porque era un proyecto país”. “Con el secretario de Presidencia de ese momento, Elías Bluth, empezamos a intercambiar cartas, documentos, llamadas por teléfono, y el proyecto comenzó a avanzar. En ese momento, el Pasteur de París estaba muy entusiasmado y cuando el entonces presidente de la República, Julio María Sanguinetti, iba a visitar Francia, se arregló para que visitara el Pasteur y se firmara alguna cosa”, resaltó.

“En 1996 todo estaba pronto para dar el primer paso, pero de pronto de la Presidencia de la República nos dijeron que el proyecto caía y que Sanguinetti no iba al Pasteur”, rememoró Ehrlich.

Hasta que en 1999, cuando Ehrlich era decano de la Facultad de Ciencias, lo llamó José Serrato, que era el asesor de Jorge Batlle (en ese momento senador) en ciencia y tecnología.  La llamada sucedió luego de que Batlle —candidato en las elecciones internas del Partido Colorado— debatiera con Rodrigo Arocena. “En la discusión, Arocena le dijo: qué habla usted, si su partido, su presidente, no apoyó la ciencia ni acá ni aquí ni allá, ni siquiera en el proyecto Pasteur, que era bárbaro».

Pero Batlle no sabía de lo que hablaba Arocena, aseguró Ehrlich. “Al punto de que Serrato un día me buscó porque le dijeron que para saber sobre el Pasteur hablara conmigo”, indicó. En esa llamada, Serrato le pidió a Ehrlich que llamara al Institut Pasteur de París para una actualización sobre el tema, pero la institución le respondió que para retomar el diálogo era mejor esperar a que se culminara el cambio de autoridades en el Estado uruguayo. “Fue una manera muy delicada y amable de decirme ‘no moleste más con eso, no queremos saber más nada’”, precisó Ehrlich.

Batlle ganó las elecciones nacionales, y a los pocos días Serrato volvió a llamar a Ehrlich: “¿No puede llamar a Francia para decirle que acá ya terminaron las elecciones?”, le preguntó.

En París percibieron que el tema “iba en serio”, y enviaron a su director científico y su director de Relaciones Internacionales a Uruguay. En el país se celebraron tres reuniones abiertas a la comunidad científica para discutir “qué se podía hacer” con el tema.

En esas reuniones “surge la posibilidad de crear una red regional de instituciones en el área biomédica asociadas al Institut Pasteur para hacer intercambios en proyectos comunes y cursos. Se llamó AMSUDPasteur. Se coordinaba desde Uruguay y funcionó unos diez años”, afirmó Ehrlich.

“Este programa regional funcionó muy bien y en ese contexto la dirección del Pasteur planteó ‘¿por qué no se hace un proyecto de instituto?’. Y ahí empezaron (nuevamente) los intercambios, y salió un primer borrador”, resaltó.

“Era un proyecto muy difícil de concretar, pero tuvimos dos respaldos muy fuertes: Batlle, como presidente de la República, y Rafael Guarga, entonces rector de la Udelar. Se creó un equipo con gente de gobierno y de la academia para trabajar en el proyecto, y se elaboró una propuesta científica en la que Uruguay definió el perfil que iba a tener el instituto. Se decidió que sería un instituto abierto a todas las instituciones del país y a la comunidad científica”, aseguró.

“En 2004, Uruguay se encontraba en plena crisis económica, no había un peso en el país. Y para hablar de crear un instituto en esa época, había que tener mucha fe. Pero estaba todo pronto y había que votar en el Parlamento el proyecto Pasteur. Se precisaba que el instituto se financiara enteramente por fondos uruguayos, salvo 1% de París”, recordó.

En un contexto en el que “pensar en destinarle fondos al instituto era insólito”, Serrato se dio cuenta de que el Parlamento uruguayo había condonado en su momento una deuda que Francia tenía con Uruguay, y que a su vez Uruguay tenía una deuda activa con Francia de unos US$ 6 millones.

Después de varias negociaciones y gestiones se llegó a que “Batlle le mandara una carta al presidente francés”, Jacques Chirac, que aprobó que Uruguay utilizara el dinero que le debía a Francia para construir el instituto, en lugar de pagar la deuda.

El 14 de julio de 2004, el Parlamento votó por unanimidad la Ley N° 17.792, conocida como la Ley Pasteur. “Y se votó un compromiso hacia adelante. A partir de eso se generó una Fundación Institut Pasteur y vinieron todas las autoridades desde Francia a firmar. Y empezó la construcción del instituto”, destacó.

Para Ehrlich, el trato parlamentario que tuvo el tema “muestra un ejemplo de cómo un país puede hacer un esfuerzo que lleve a resultados como la creación del Institut Pasteur de Montevideo”.

Se construyó el edificio, y con el dinero que se logró ahorrar en la obra se compró equipamiento científico de base. “Había un grupo de jóvenes cuyas instituciones acordaron que trasladaran su actividad de investigación al instituto, manteniendo los universitarios su compromiso docente”. El Instituto Clemente Estable también trasladó parte de sus investigadores al IP Montevideo, mientras que París envió a tres investigadores, repasó Ehrlich. “Y con eso el instituto empezó a funcionar”, resumió.

 

La misión inicial y la evolución de un sueño

El proyecto original del instituto se basaba en un fuerte compromiso regional y una apertura de la comunidad científica, con una construcción de plataformas de alta tecnología científica abiertas que funcionaran como servicio, un compromiso de formación de gente del más alto nivel y en proyectos científicos con orientación al área biomédica, repasó Ehrlich.

“El otro desafío del instituto (desde el inicio) fue asegurar una parte importante de su financiamiento”, señaló, y añadió que el objetivo era llegar a un autofinanciamiento del 50%, lo que la mayoría creía imposible.

Dighiero fue el primer director ejecutivo del instituto. Durante su mandato se transitó “un primer período de consolidación del instituto con capacidad científica potente y generar las reglas de juego y los núcleos científicos de base”.

“Con Luis Barbeito (segundo director), el instituto se abrió a la sociedad y empezó un proceso de conseguir proyectos y ser reconocido a nivel internacional como institución de referencia. Se empezaron a explorar nuevas formas y el instituto comenzó a ocuparse también de desarrollar proyectos vinculados a problemas del país en asociación con otras instituciones, y ofrecer servicios”, dijo.

“En esa segunda etapa, el instituto consolidó su perfil, sus capacidades. Adquirió una velocidad crucero”, agregó.

“Con Carlos Batthyány comenzó un nuevo período, con un plan estratégico que marca nuevos rumbos con desafíos científicos nuevos y muy importantes y con el objetivo de, a partir de la ciencia guiada por curiosidad, llegar a aportes que sirvan al país o que puedan tener desarrollos empresariales y aplicaciones económicas. Y al mismo tiempo profundizar el reconocimiento internacional” del instituto, subrayó.

Luego de repasar las distintas etapas del IP Montevideo, Ehrlich concluyó: “El instituto está cumpliendo con sus cometidos fundacionales y se financia solo al 50%”.

 

El instituto hoy

“Es un lugar de formación de jóvenes científicos que asegura ciencia de alta calidad. Es un instituto que ha crecido, cumplido con sus cometidos y es esencialmente joven. Queda como desafío la próxima etapa, que requiere necesariamente profundizar la apertura del instituto, los intercambios, y la generación de unidades mixtas como las hay con distintas instituciones. Así como también se busca una mayor presencia en la sociedad”, resaltó.

“El instituto recientemente empezó a asumir una gran responsabilidad social. Ese es un compromiso que cumple con sus roles fundacionales. Es un instituto donde los jóvenes científicos van encontrando un vínculo con la sociedad y una responsabilidad de cumplir haciendo ciencia. Eso es notable”, aseguró.

En este sentido, destacó que “la comunicación cumple un rol muy importante que ayuda a construir ese puente indispensable para el avance de la ciencia y el país, para que la sociedad de hoy pueda avanzar”. “Con los desafíos que tiene un país como el nuestro, que requiere apoyarse en la ciencia para construir su futuro, se necesita crear un puente entre la ciencia y la sociedad”, enfatizó.

 

El instituto a nivel personal

“Hacer ciencia puede ser muchas cosas, pero sobre todo es un privilegio”, expresó Ehrlich. “Podría ser un trabajo como cualquier otro, pero tiene algo muy vinculado a la vocación. Y se habla a veces de ese carácter lúdico”, añadió.

Es también “la pasión de estar en la frontera de lo desconocido, de hacerse preguntas y mirar un poquito más allá”. “Ver hoy cómo el instituto encontró su camino resulta fantástico”, concluyó.

Ricardo Ehrlich
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