Un proyecto del responsable del Laboratorio de Interacciones Virus-Célula del Institut Pasteur de Montevideo (IP Montevideo), Nicolás Sarute, quedó seleccionado en la convocatoria 2021 de grupos independientes a cinco años de ANII-Max Planck. Este programa tiene como fin favorecer la generación de vínculos entre grupos de investigación locales con laboratorios de la Sociedad Max Planck de Alemania.
El objetivo principal del proyecto liderado por Sarute es establecer el mecanismo por el cual las integrinas, proteínas de membrana involucradas en la comunicación y adhesión entre células y con el medio extracelular, facilitan la entrada de virus a células humanas, y si la actividad de la proteína reguladora de señales alfa (SIRPA) contrarresta este proceso.
Opuestos pero con factores en común
Miles de células mueren por segundo en nuestro cuerpo en un proceso programado llamado apoptosis, que implica la eliminación de células innecesarias o anormales. Estas células moribundas son fagocitadas o ingeridas por otras células especializadas para contribuir al normal funcionamiento de órganos y tejidos.
¿Qué parte de la célula es la encargada de reconocer a células moribundas para fagocitarlas? Unas proteínas ubicadas en la superficie celular denominadas receptores, que interactúan con las células apoptóticas para su posterior ingestión. Dentro de estos receptores se encuentran las integrinas, que facilitan la interacción con otras células, pero también con los virus.
Las integrinas facilitan la entrada de virus de distintas familias mediante el reconocimiento de un patrón específico de aminoácidos presente en las proteínas virales, pero también cuando son “engañadas” por los virus: estos exponen proteínas celulares que obtienen durante su replicación y son las que les permiten “camuflarse” cómo células apoptóticas para ser internalizados.
Contrariamente a lo que hacen las integrinas, la proteína SIRPA es conocida por bloquear la fagocitosis. Esto ocurre con el objetivo de evitar que células saludables sean fagocitadas por errores de la maquinaria celular. “SIRPA interactúa con una proteína denominada CD47 que se expresa en células saludables para enviar la señal para que esa célula no sea fagocitada”, explica Sarute. Este proceso, de cualquier forma, tiene su lado B, porque, por ejemplo, las células tumorales sobreexpresan a la proteína que reconoce SIRPA, por lo que al indicar que esa célula no debe ser fagocitada se favorece el desarrollo tumoral.
Por otra parte, SIRPA también cumple un rol en la interacción de las células con los virus. “Nuestro grupo encontró que SIRPA limita el proceso de internalización viral, es decir actúa después de que los virus se unen a nuestras células y antes que comiencen a replicarse a nivel citoplasmático”, indica el investigador.
Con el proyecto que ahora forma parte del programa ANII-Max Planck, el grupo liderado por Sarute buscará responder si existe un solapamiento entre la actividad antifagocítica de SIRPA y su función en la internalización viral. “Sabemos que hay cosas en común entre ambos procesos. Una de ellas es la interacción con las integrinas y la internalización, ya sea de células o de virus. Si las integrinas favorecen la internalización viral, ¿la actividad inhibitoria de SIRPA podría dirigirse hacia ese proceso? Podrían contar con dos formas de contrarrestar la infección viral, ‘apuntándole’ a las integrinas y aumentando la actividad de SIRPA”, concluye Sarute.