Un legado de curiosidad, libertad y colaboración
El Laboratorio de Inmunovirología (LIV) del Institut Pasteur de Montevideo (IP Montevideo) —surgido prácticamente que a la par del instituto— se llama desde este año “Prof. Dr. Otto Pritsch”, en homenaje a quien fuera el fundador y líder del equipo, que creía en la horizontalidad, que animaba a sus colegas a anteponer la curiosidad a publicar un artículo, y que impulsaba hacer ciencia en colaboración con otros grupos dentro y fuera del instituto.
Ese es el legado sobre el que hoy Federico Carrión, Florencia Rammauro, Martín Fló y Natalia Olivero apuestan a seguir desarrollando el LIV. La complementariedad, el apoyo mutuo constante y una comunicación fluida son algunas de las claves para liderar el laboratorio en equipo.
¿Qué hitos han marcado la historia del laboratorio hasta antes del fallecimiento de Otto?
Federico Carrión: Han sido muchos los integrantes que han formado parte del grupo a través de los años, entonces es difícil hablar de hitos sin caer en la injusticia de omitir muchos momentos de vital importancia. Más que hitos, podemos definir ejes de trabajo y ordenarlos cronológicamente. El primero sería la fundación de la Unidad de Biofísica de Proteínas como plataforma tecnológica, allá por los inicios del instituto, con la instalación de equipos y técnicas inexistentes en Uruguay y la región en ese momento.
El otro eje sería el establecimiento de la línea de investigación del grupo entorno al virus de la leucosis bovina (VLB). De ahí parten distintas líneas, porque, por un lado, se realizaron estudios genómicos y de diagnóstico molecular que permitieron entender las relaciones filogenéticas de las variantes uruguayas y su detección. Por otro lado, estudiamos distintas proteínas virales, como por ejemplo la de la cápside, que dio lugar a una publicación de mucha relevancia para el grupo y el resto de los colaboradores; la obtención de la proteína de envoltura del virus dio lugar al desarrollo de un kit serológico para diagnosticar la infección viral y a la vez nos impulsó a explorar otros sistemas de expresión menos conocidos para nosotros. Finalmente, después de muchos años, pudimos producir la proteasa del VLB, que es una proteína muy relevante en el ciclo del virus y nos había sido esquiva desde el inicio. Estas líneas continúan hasta el día de hoy dando lugar a nuevos enfoques y superponiéndose entre sí y también con otras igualmente relevantes.
El tercer gran eje fue el del SARS-CoV-2, porque arrancamos a trabajar con proteínas de ese virus para la generación de test serológicos en un principio, pero terminamos haciendo muchas otras cosas más, vinculadas a este virus del que conocíamos muy poco.
¿Se puede decir que usaron los conocimientos que habían adquirido del trabajo con VLB para después responder a otro tipo de problemas?
Florencia Rammauro: Claro. Lo que aprendimos en el desarrollo del kit diagnóstico de VLB se trasladó al desarrollo de un kit para poder detectar anticuerpos contra SARS-CoV-2 en personas infectadas y vacunadas, y después para la búsqueda de antivirales que tuvieran foco en la proteasa.
Natalia Olivero: Todo el conocimiento acumulado a lo largo de nuestro trabajo con VLB fue aplicado durante la pandemia y cada uno de nosotros contribuyó con su experiencia.
Rammauro: Y todo fue en un tiempo muy corto. Si no hubiésemos tenido esa experiencia previa, no se hubiese podido hacer el kit tan rápido. Ahí también fue muy importante la colaboración y las relaciones que ya se tenían con otros grupos, dentro y fuera del instituto, para lograr conjugar todos esos intereses.
La partida de Otto marcó, entre otras cosas, el inicio de una forma grupal de dirigir el laboratorio. ¿Cómo es coordinar un laboratorio entre varias personas?
Olivero: Cada uno tiene un expertise, lo que nos permite complementarnos de manera natural. Si tuviéramos que asignarnos un cartelito a cada uno, Federico sería el experto en biofísica de proteínas, Martín el de enzimología, Florencia el de inmunología y yo el de virología. Aunque todos manejamos un poco de cada área, cada uno se especializa en un campo específico, lo que enriquece el trabajo en equipo y facilita la coordinación del laboratorio.
Rammauro: Es un proceso que se dio de forma muy natural.
Carrión: Otto nos dio siempre mucha libertad para trabajar. Sin duda que su partida marcó un antes y un después, pero si bien él era el jefe, en su forma de conducción del laboratorio había una cierta horizontalidad a la hora de discutir las cosas. Y siempre nos dio mucha libertad de decidir.
Martín Fló: Agregaría que es importante el hecho de que pensamos como grupo. Nos coordinamos entre nosotros. Si tenemos un proyecto, es de todos. Eso facilita, porque tenemos una filosofía de compartir nuestros trabajos y logros. Nos fuimos coordinando para potenciar el expertise de cada uno con el del otro, y eso funciona.
Carrión: También hay una cuestión de sentirse respaldado. Yo sé que hay ciertos aspectos en que me puedo dejar estar un poco y que siempre voy a tener apoyo del resto. Si hubiese un jefe único, quizás esa tensión de que todo dependa de uno, cuando no se tiene la experiencia suficiente, puede ser muy difícil de manejar.
Olivero: Además, cada uno tiene una personalidad distinta y creo que eso hace que nos complementemos bien. Quizás alguno es más activo en algo y otro lo es en otra cosa, y ahí se compensa. Eso es lo valioso.
Rammauro: Los proyectos de hecho los escribimos en conjunto. Los revisamos todos, los artículos también.
¿Cuáles son las principales enseñanzas que les dejó Otto e intentan replicar día a día?
Fló: Yo diría que el funcionamiento del grupo es uno. Eso siguió y nosotros le estamos dando continuidad.
Rammauro: Sí, el grupo sobre la persona.
Carrión: La calma a la hora de tomar las decisiones. Esa era una característica muy de Otto. Si tenemos que tomar una decisión, piano piano, tampoco tenemos que precipitarnos.
Rammauro: Otra cosa es el hecho de priorizar estar bien. Cuando él iba a incorporar a alguien, el objetivo era que el funcionamiento siempre estuviera bien, que todos estuvieran de acuerdo, de avisar antes. Tenía la costumbre de poner al grupo como eje central.
Fló: Me acuerdo de una frase que me dijo una vez cuando iba a buscar a alguien para trabajar: “Lo importante es que sea buena gente, a trabajar se aprende, a ser buena gente no”. A mí me quedó ese mensaje.
Carrión: Y después, a nivel más científico, el tema de la curiosidad. Cuando uno quería publicar y llegar de A a B, pero por el camino surgían interrogantes por mera curiosidad, Otto siempre nos habilitaba a abrir esas puertas… Sí, te desviás del camino, pero hace a la cosa, porque en ese recorrido uno aprende mucho.
Fló: Otra cosa es que sí, hay que publicar, pero esa no era la prioridad para él. La prioridad era aprender, investigar, encontrar…
Carrión: Mover la aguja, como decía siempre…
Fló: Prefería un artículo que moviera la aguja, a muchos que no movieran nada.
A nivel científico, ¿qué proyectos están llevando adelante en el laboratorio actualmente?
Fló: VLB es el virus de cabecera con el que trabajamos. Es un retrovirus y la mayoría de lo que se conoce de los retrovirus es del modelo de HIV, que es el más estudiado. Nosotros hemos visto que hay diferencias —la literatura también lo marca— y hay un montón de conocimiento no aclarado, que estaría bueno resolver. Nos da curiosidad entender lo asociado a todas las proteínas con las que trabajamos, a sistemas de infecciones del virus y diferentes modelos.
Por otra parte, queremos mitigar la enfermedad. Trabajamos con estrategias más directas hacia eso, como el desarrollo de posibles vacunas, de estudios, de respuesta inmune en vacas y también búsqueda de antivirales.
A su vez, dentro del mismo género del VLB, está el virus linfotrópico de células T humanas (HTLV), que infecta a humanos y tiene muchas similitudes con VLB. Ahí estamos iniciando estudios enfocados en la prevalencia de HTLV en Uruguay.
Por otro lado, en un futuro cercano, adaptaremos hacia HTLV las herramientas que hemos generado para estudiar VLB.
Olivero: Muchas cosas de las que estudiamos tienen como finalidad aportar a un programa de control de la leucosis bovina, que puede ser llevado a cabo en Uruguay o eventualmente se puede aplicar en otras partes del mundo. Lo importante es que buscamos generar conocimiento básico y, por otro lado, también nos enfocamos en cosas más biotecnológicas.
¿Qué es lo próximo para el laboratorio?
Carrión: Queremos seguir la línea que tenemos ahora. Vemos esa necesidad de sacar los retrovirus que estudiamos de la sombra del HIV, de encontrar primero preguntas propias para el modelo y después intentar responderlas, tanto para VLB como para HTLV.
Fló: También queremos seguir haciendo colaboraciones con otros laboratorios. Un determinado expertise que generamos, en una proteína o una estrategia que usamos para el virus de VLB, de repente sirve para resolver otro problema, y en eso hemos tenido un montón de colaboraciones.
Carrión: La plataforma, que es aquel gran eje que nombramos al principio, nos habilita a meternos en otros temas de una forma más tangencial. Aportamos desde ahí con nuestra experiencia y la tecnología del laboratorio, para meternos en otros temas que no son nuestra línea principal de investigación. El futuro del laboratorio va por ese lado, crecer tanto en conocimiento básico de VLB y HTLV, como decía Natalia, y por otro lado con el funcionamiento de la plataforma.
Las colaboraciones las han mencionado varias veces a lo largo de esta charla. ¿Eso es otro legado de Otto?
Carrión: Absolutamente.
Olivero: Sin dudas, las colaboraciones son otro de los legados que nos dejó Otto. Él siempre nos daba libertad con eso. Recuerdo que, al comienzo de la pandemia, cuando se estaban formando los grupos de trabajo, un día nos dijo “ah, pero ustedes están metidos en todos los grupos” … Y no lo decía como un rezongo, sino con una sonrisa, como algo positivo. Esa mentalidad de apertura y trabajo en equipo es algo que él nos transmitió y que hoy valoramos profundamente, porque sabemos lo fundamental que es.